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Cuando Esfera reúne a los sectores privado y humanitario: el caso de Sri Lanka

Firzan Hashim entrega útiles escolares a los alumnos de Pitabeddara que los perdieron durante las inundaciones y deslizamientos de 2017. Foto: A-PAD Sri Lanka.

 

Firzan Hashim es el Director de País de Sri Lanka de la Alianza de Asia y el Pacífico para la Gestión de Desastres, una plataforma transnacional que coordina el trabajo de gobiernos, empresas privadas y ONG en caso de crisis humanitarias. Defensor durante largo tiempo de Esfera, Firzan fue representante del punto focal de Esfera en calidad de Director Adjunto del Consorcio de Organismos Humanitarios (actualmente conocido como el Centro de Asuntos Humanitarios – CHAde Sri Lanka.

En esta entrevista, Firzan explica por qué la colaboración con el sector privado puede tener efectos positivos en la calidad de la respuesta humanitaria y cuál es la importancia de la función que desempeñan las normas Esfera al reunir diferentes sectores.


 

Su organización, la Alianza de Asia y el Pacífico para la Gestión de Desastres (A-PAD), coordina el trabajo de los socorristas humanitarios de sectores muy diferentes. ¿Cómo logras crear colaboraciones positivas?

En Sri Lanka las personas siempre han estado dispuestas ayudarse mutuamente. Incluso tenemos una palabra, shramadana, que describe el tiempo y el esfuerzo invertidos en brindar asistencia a otros, construir mejores aldeas y crear servicios. Esta es probablemente la razón por la cual, en los últimos años, muchas empresas de Sri Lanka decidieron formar parte de la respuesta humanitaria.

Durante las inundaciones de 2016-2017, por ejemplo, la mayor parte de la asistencia inmediata provino de individuos y el sector privado. Sin embargo, hubo muy poca coordinación en la respuesta. Las personas iban a los supermercados y simplemente recogían lo que pensaban que era necesario, y la mayoría de los recursos acababan desperdiciándose o acumulándose en la oficina de alguna autoridad del gobierno local. Aquellos que realmente necesitaban apoyo no lo obtenían.

Tratamos de crear una situación en la que todos los involucrados salen ganando. Los organismos humanitarios necesitan proveedores porque no pueden producir alimentos, kits u otros artículos; las empresas están interesadas en mejorar su imagen pública, ejecutar proyectos de responsabilidad social empresarial o hacer su marca más visible.

Es por eso que se creó la Alianza Asia-Pacífico como una plataforma de coordinación. A lo largo de los años, utilizamos el Manual Esfera para mostrar a los socorristas que hay formas de trabajar mejor juntos y normas humanitarias para seguir: se nos ocurrió que la acción humanitaria sería mucho más efectiva si todas las organizaciones que participan en la respuesta, incluso las que no integran el sector humanitario, estuvieran familiarizadas con las normas Esfera. Creamos kits de asistencia basados en las recomendaciones del Manual, y las autoridades gubernamentales los aprobaron como parte de las directrices nacionales. También capacitamos a los equipos de primera respuesta en la aplicación de las normas. Las empresas del sector privado ahora saben que existe una guía internacional para promover la dignidad de las personas, y esto tiene un verdadero impacto en nuestros esfuerzos de coordinación.

Las organizaciones del sector privado no hablan el mismo “idioma” que los actores humanitarios. ¿Supone esto desafíos durante una respuesta conjunta?

Si no “hablamos el mismo idioma”, también es por culpa nuestra, de los humanitarios. Hemos mantenido celosamente nuestros marcos y normas dentro del sector, por lo que, obviamente, otras organizaciones no los conocen cuando participan en la respuesta.

Por ejemplo, en una ocasión necesitábamos proveer agua a las personas desplazadas en un campamento. Los socorristas del sector privado propusieron instalar bombas de agua y tanques de cierta manera. Podríamos simplemente haber argumentado que el sector humanitario hace las cosas de forma diferente; en cambio, utilizamos los Principios de protección del Manual para tratar los riesgos de acoso y violencia que enfrentan algunas personas (en especial, las mujeres) cuando van a buscar leña y agua, y argumentamos que los tanques de agua debían estar mucho más cerca de sus hogares. Las empresas estuvieron de acuerdo en que proteger a las comunidades sería lo más importante: algunas se adaptaron a nuestro sistema, otras propusieron financiar nuestra respuesta para que pudiéramos seguir estas mejores prácticas.

Otro ejemplo es la asistencia alimentaria. Junto con el Programa Mundial de Alimentos, calculamos las calorías que necesita una familia durante una crisis, según lo recomendado por las normas Esfera. Preparamos un paquete de alimentos basado en lo que está disponible en el mercado de Sri Lanka, y las autoridades gubernamentales lo aprobaron. Luego nos pusimos en contacto con las empresas de alimentos, explicando qué tipo de paquetes los organismos humanitarios estarían interesadas en comprarles y por qué. Las empresas se dieron cuenta de lo que contiene una ración habitual de tres días. Este tipo de comunicación es importante.

¿Cómo lograste reunir a un sector que debería proporcionar asistencia imparcial con base en el principio de humanidad y a otro que, en última instancia, precisa obtener un beneficio de la colaboración?

Tratamos de crear una situación en la que todos los involucrados salen ganando. Los organismos humanitarios necesitan proveedores porque no pueden producir alimentos, kits u otros artículos; las empresas están interesadas en mejorar su imagen pública, ejecutar proyectos de responsabilidad social empresarial o hacer su marca más visible.

Si no “hablamos el mismo idioma”, también es por culpa nuestra, de los humanitarios. Hemos mantenido celosamente nuestros marcos y normas dentro del sector, por lo que, obviamente, otras organizaciones no los conocen cuando participan en la respuesta.

Durante el conflicto, por ejemplo, necesitábamos enviar remesas extranjeras a personas en zonas lejanas sin acceso a servicios bancarios. Un banco de Sri Lanka asumió el riesgo y abrió una sucursal en una zona hostil durante el período de alto el fuego. Cuando llegó el momento de la paz, muchos de los habitantes, que ya reconocían el logotipo, decidieron abrir una cuenta y convertirse en clientes.

En otra ocasión, los organismos humanitarios que participaban en la respuesta a una gran inundación necesitaban proveer de forma inmediata raciones de alimentos a unas 2 000 familias afectadas en una ciudad lejana. Al contratista habitual, sin embargo, le lleva al menos tres días entregar los paquetes de alimentos a la zona. A través de la Alianza de Asia y el Pacífico, el organismo humanitario se conectó con una gran cadena de supermercados de Sri Lanka que tiene puntos de venta en todo el país; los paquetes de alimentos se entregaron en cuatro horas. La empresa quería ser vista como socio en la respuesta en lugar de como proveedor, por lo que no cobró por el transporte ni el embalaje y participó en la distribución de los paquetes.

¿Hay alguna lección aprendida que le gustaría compartir para fomentar la colaboración entre sectores?

El Manual y su orientación deben ser accesibles y pertinentes para cualquier sector: no solo organismos humanitarios, sino también empresas, proveedores de servicios, redes y otros financiadores. Todos los sectores están conectados: si las empresas privadas enfrentan dificultades durante una crisis humanitaria, la economía del país y el pueblo también lo harán (como sucedió con los atentados de Pascua de 2019 en Sri Lanka, que perjudicaron mucho al turismo y provocaron la pérdida de muchos puestos de trabajo). Por supuesto, existen desafíos y hay mucho por hacer en cuanto a aumentar la sensibilización, involucrar a diferentes actores y asegurar la continuidad de la financiación. No obstante, también hay mucho espacio para la colaboración entre sectores y numerosos ejemplos positivos.